viernes, 7 de octubre de 2011

Macarrados estofones


Tití era la hermana menor de mi abuela. Tenían una relación cercana y no del todo pacífica, a juzgar por los comentarios de Mami, a la que exasperaban sus excentricidades. Ciertamente era una mujer singular, y una cocinera horrible, circunstancia que no la excluye de un blog de cocina como éste.

Tití, que en realidad se llamaba María Victoria, se quedó moza en un tiempo en que a las mujeres solteras se las llamaba solteronas a partir de los veinticinco. En lugar de dedicarse a vestir santos, prefirió una existencia lúdica en la que no faltaban fantasías sobre pretendientes ingenieros que vivían en Barcelona, excursiones que narraba como travesías transoceánicas, amistades, sentido del humor y una relación de complicidad con sus sobrinos y sobrinas que logró traspasar la barrera generacional. Mientras que el resto de las tías abuelas eran seres melancólicos carentes de interés para los niños, Tití, con su cabello pelirrojo (que siempre sospeché falso), su maquillaje excesivo y sus vestidos alegres, atraía nuestra atención como un imán. Era de baja estatura y no muy agraciada. Tenía una nariz y una barbilla prominentes que, de no ser por su sonrisa perpetua y por la vivacidad de la mirada, grande o agrandada por una sombra de ojos de intenso color verde, la harían parecer una bruja de cuento. Tití sabía imitar el famoso juego de ojos de Marujita Díaz; usaba su inhalador del asma como walkie-talkie para comunicar con la policía si, caminando sola por la calle, sentía temor ante la posibilidad de un atraco, y dominaba el arte de hablar cambiando las sílabas de las palabras. Era capaz de desordenar el Quijote desde “En un lugar de la Mancha..." hasta el punto final. Fue una pionera en el arte del tuneado: vandalizaba con purpurina los cuadros heredados de la familia que constituían su único patrimonio, convertía simples chanclas de goma en modelos únicos dignos de Barbie y su salón estaba presidido por una tabla de planchar forrada con motivos flamencos de encajes y lunares a modo de mesa decorativa.

Su casa me fascinaba porque era un universo inagotable de cachivaches. No íbamos tan a menudo como me hubiera gustado, pero había dos ocasiones al año de visita obligada. Una era el día de su santo; el 8 de septiembre. Lo celebraba invitándonos a una merendola de chocolate con churros. La última churrada, antes de que alguien de la familia la convenciera de que íbamos a verla porque la queríamos y no para darle faena, fue tan excesiva que cabíamos a una rueda completa por cada dos personas. Yo tenía diez años, y mi dificultad para vomitar me provocó un empacho que me duró hasta los once, no sólo por los churros, tal vez inadecuados para las tardes de verano, sino porque el chocolate lo hacía mezclando a partes iguales leche condensada y Cola-Cao. Gracias a Tití, nadie de la familia tiene la preocupación de perder la línea por culpa de los churros. Yo no puedo ni olerlos.

La otra visita obligada era en Semana Santa, porque varias procesiones pasaban bajo el balcón de su casa. Ella aguardaba ansiosa el acontecimiento y varios meses antes ya estaba haciendo acopio de víveres, ignorando el peligro de que algunos alimentos hubieran caducado para la fecha. A los niños nos hartaban de merendar antes de llegar a la casa, para prevenir malas digestiones y la posibilidad de un inocente comentario infantil que pudiera herirla. Con todo, nadie pudo evitar que mi primo Rafa llamara la atención una vez sobre la variada fauna invertebrada que observó en una cestilla de cacahuetes. Los mayores hacían bromas animándose unos a otros a ser los primeros en probar las viandas. Algunas recetas memorables de Tití, que también fue una precursora de la cocina de autor, eran la tortilla al agua tónica, los boquerones en vinagre con pan rallado o los chupitos de crema de calabacín ni fría ni caliente en vasito de flan. Mis padres y tíos recuerdan una ocasión en que los invitó a todos a comer. Son tantos que la mesa llegaba hasta el balcón abierto, lo que resultó una circunstancia afortunada, porque pasando los platos con disimulo en esa dirección, los que llegaron al postre pudieron deshacerse de la gelatina tirándola a la calle.

Tití se fue como había vivido; sin dar guerra a nadie, agradeciendo de corazón cualquier visita y manteniendo la sonrisa a pesar de los horribles dolores que padeció en sus últimos días. Pensando en su pretendiente ingeniero de Barcelona, al que tendría que seguir dando largas. En la próxima excursión con el Imserso. En la siguiente primavera.

Mi padre la sigue recordando de joven, pintando la casa ataviada con su bata de lunares (en la jerga particular de Tití, la "luna de batares"). Hay un plato familiar (heredado de mi bisabuela, de origen genovés) que con toda seguridad ella profanaba, pero que en su honor llamamos macarrados estofones. Es una delicia y lo menos que puedo hacer es dedicárselo...

Macarrados estofones (macarrones estofados)

Ingredientes (6 personas):

600 gramos de macarrones
500 gramos de carne de ternera para estofado, cortada en cubitos de 1 cm cuadrado.
1 kilo de cebollas
1 tomate
1 vasito de vino dulce
Aceite de oliva
Laurel
Pimienta
Sal

Queso parmesano rallado para acompañar

Cubrir de aceite el fondo de una cazuela u olla exprés (nosotros usamos la olla exprés para asegurarnos de que la carne quede tierna). Dejar que se caliente bien, porque lo primero es saltear la carne y no debe soltar líquido. Sacar la carne y reservarla. Picar la cebolla finamente, añadir un poco más de aceite a la olla y dejar que la cebolla se haga a fuego lento hasta que tome un color marrón oscuro (la operación puede durar casi una hora). Añadir un tomate pequeño picado y dejarlo cinco minutos más. Triturar la cebolla y el tomate junto con un vasito de vino dulce tipo Pedro Ximén (la salsa tiene que quedar bien oscura). Añadir a la olla la ternera, la cebolla triturada con el vino y, si hace falta, el agua suficiente para cubrir la carne. Agregar una hoja de laurel, sal y pimienta. Tapar y dejar cocer el tiempo suficiente para que la carne quede tierna (media hora en olla exprés).

Los macarrones se hierven en abundante agua con sal justo antes de servir el plato. Se escurren reservando unos cacillos de líquido y se añaden a la olla junto con el agua reservada de hervirlos (éste es un plato de cuchara, y la salsa ha de quedar como un caldo corto; sustanciosa pero nunca espesa). Se presentan en plato hondo, con un generoso espolvoreo de parmesano por encima.

19 comentarios:

  1. Fantástico! Se me ha hecho la boca agua, aunque a mi con emental me gustan mas que con parmesano.

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  2. qué historia más bonita!
    A pesar de haber sufrido empachos por la cocina de esta mujer tan orginal, os queda el recuerdo de haber vivido experiencias que nadie ha tenido ni tendrá nunca. Se guardan como tesoros, porque tesoro es.
    Y digna de una película, que no dudo que habréis planteado en alguna ocasión. Seguro que algún director estaría interesado.
    Y estéticamente sería uná película muy bella, con esos colores, esos cachivaches en su casa, ese pelo, las batas....
    Realmente me ha emocionado el cariño con el que hablas de ella. Y qué pena que por su causa no puedas probar el chocolate con churros, porque bueno está, créeme.
    Los macarrones los hacía como yo, aunque los míos llevan la carne más picada.
    Espero tu próxima receta, con el recuerdo unido a ella, que es lo más sabroso en este caso.

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  3. Preciosa historia..he llegado a tu blog por el Face y me ha enganchado ya!!. Me encanta...se nota que sabes algo de escribir...jeje

    Me quedo, con tu permiso, por aquí.

    Un abrazo

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  4. Me hubiera encantado conocer a tu tía Titi. Me han venido recuerdos de mi 'Tata' que estuvo en mi casa ayudando a mi madre y mimandonos a mis hermanos y a mi hasta que rondé los 10 años...Este plato hay que probarlo Espe, ya estoy oliendo el guiso de mascarrados...

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  5. Preciosa historia!!! Enhorabuena por tu blog. Ya me tienes siguiéndote desde ahora mismo.
    Un abrazo

    Helena

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  6. María:

    Es verdad que con queso emmental también están buenísimos, pero seguro que la receta original no lo llevaba; lo que pasa es que cuando éramos pequeños en Málaga no era fácil encontrar queso parmesano, y el gusto se acostumbra...

    Mª Ángeles, gracias por tu apoyo, amiga. Si tú haces los churros, igual vuelvo a aficionarme, pero tendrán que ser de harina de espelta.

    Carmen y Helena, bienvenidas, estáis en vuestra casa. Yo también he entrado en las vuestras y me he sentido a gusto. Abrazos!

    Mari Sole: Qué me gusta que leer esta historia te haya hecho pensar en tu Tata! Prueba los macarrados, no te defraudarán.

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  7. muy bonita la historia!!! bienvenida al mundillo blogger me quedo por aquí!! para seguir leyendo saluditos!!!!

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  8. Me dejas sin palabras. Yo creo que de alguna forma todos hemos tenido una tía como Titi, y con la historia me has hecho recordar.

    Gracias por la receta.

    Besos.

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  9. Bienvenida, Rudi! Me alegro de que te encuentres a gusto en esta mesa de la cocina.

    Rosaleda: No sé si en todas las familias, pero quienes hemos tenido una Tití cerca no la hemos olvidado. Yo, que no he tenido hijos, espero conservar su juventud de espíritu para cuando lleguen mis sobrinos nietos.

    Abrazos a las dos...

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  10. Bienvenida a este mundillo,para mi es muy enriquecedor,adoro la cocina...acabo de perder mi hija Mayte Hortelano,y ahora sus padres y hermanos seguimos con su blog,no escribo también como tu,pero te puedo asegurar que esta historia me a sacado una sonrisa,si no fuera por estos ratos.....que son muchos,,no se que seria de mi,la receta muy rica,ya te seguiré,me gusta mucho como redactas un abrazo,www.elhornodemaria.cpm

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  11. Mil gracias, Mari Carmen, y todo mi cariño para ti y tu familia. Vuestro blog sí que es un monumento a la cocina de las emociones, os sigo...

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  12. ¡Bravo por la tía Titi!
    Me ha encantado su historia y no te cuento lo que me han gustado sus "platillos delisiosos"
    Por cierto, ¡me pido los churros que tú no quieras comerte...!
    ¡MUAC!

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  13. Gracias Esperanza por tu comentario privado un abrazo,feliz domingo

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  14. Te recomiendo otro blog,de mi hija Llanos es muy chulo jejjejeje,espero que te guste otro abrazo,lastartitasdellanetes,

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  15. Pedro, es un honor que te haya gustado el blog. Los churros, todos para ti. Yo invito!

    Mari Carmen: Procedo a olisquear en la cocina de llanetes. Abrazos...

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  16. Prima!! por fin tengo un ratito para dedicarlo a tu blog!! estaba preparada para hartarme de reir (ya me habían avisado), pero no para moquear y lagrimear recordando a nuestra querida Tití y sus momentos... Yo recuerdo especialmente cómo descongelaba el jamón cocido bajo el grifo y lo secaba con sus trapillos de cocina llenos de lamparones, sus servilletas "recicladas", así como la mini cesta de Navidad que preparaba con toda su ilusión para rifar el día 25 en familia...

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  17. Jajaja! Lo de la cesta de Navidad se me había olvidado... Ya te echaba de menos, Beguito. Besos!

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  19. Me alegro de que te haya gustado la historia, Rosa. Un abrazo!

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