lunes, 3 de octubre de 2011
El almuerzo de los grumetes
Encontré esta fotografía en un mercadillo callejero de Catania. Estaba amontonada junto con otras imágenes antiguas de la ciudad y del puerto, enmarcada en un paspartú tan sucio y manoseado como si los grumetes de la imagen se hubieran limpiado los dedos en él después de comer. Una anotación a lápiz bajo la imagen rezaba: 'Pequeños marineros almorzando en un barco. Finales del siglo XIX'. Comen un guiso de pescado bastante rudimentario, a juzgar por los pescaditos (¿Alici, como llaman los italianos a los boquerones?) que se distinguen en la escudilla del muchacho de la izquierda de la imagen.
Mi visita a Catania fue una escala en un largo viaje que hice en 2007, en el que recorrí Italia de norte a sur, y luego Sicilia y Túnez, investigando sobre el origen de la pasta. De eso hablaré en otra entrada. Esta ciudad, hermosísima, decadente en su arquitectura, caótica y llena de vida callejera, me dejó dos recuerdos maravillosos: el mercado de La Pescheria y las mil formas de preparar el pescado, que van desde un simple aliño en crudo con limón (jugo y ralladura), pimienta y aceite de oliva para los boquerones o las gambas, hasta la fritura, el asado y guisos como sopas, risotti y platos de pasta. No es de extrañar semejante riqueza si se tiene en cuenta que en La Pescheria se pueden encontrar casi todas las especies pesqueras del Mediterráneo, empezando por el pez espada, cuya cabeza decapitada se expone en las mesas con el pincho hacia arriba, como un mástil elevado al cielo para llamar la atención de los compradores mientras que la sangre del animal resbala por la madera de las gruesas tablas de despiece y cae al suelo formando riachuelos sanguinolentos. La Pescheria recuerda a los zocos árabes y al propio pasado árabe de Sicilia, salvo en la predilección por el pescado, en la que los sicilianos superan ampliamente a los árabes y, me atrevería a decir, a casi cualquier otro pueblo del Mediterráneo.
Allí volví a ver, después de muchos años, los chanquetes que tanto añoramos en Málaga. La especie, Aphia minuta, está protegida aquí y ni siquiera en los chiringuitos que se saltan la prohibición los inmaduros que se sirven en fritura tienen nada que ver con aquellos pececillos de tono rosado que, después de muertos, seguían mirándonos desde el plato. Mi hermana Cristina sufría a causa de aquella mirada acusadora y se negaba a comerse los ojos. Mi madre tomaba del plato un primer puñado de pescaditos con los dedos y se lo metía en la boca por toda respuesta. Una forma eficaz de vencer sus reticencias. Luego seguía ella sola.
En mi casa los chanquetes se tomaban solos o acompañados de una pipirrana. En muchas casas se comían con huevos fritos. El momento de la compra, desde que tengo memoria, era siempre un tanto angustioso. El pescador que llevaba chanquetes merodeaba por los alrededores del mercado arrastrando su botín en cubos de plástico. Cuando hacía presa en un comprador, de alguna parte se sacaba una rudimentaria báscula y un colador con el que iba sacando el pescado del agua del cubo. La compra podía verse interrumpida por la aparición de la policía, de la que el vendedor era avisado con un silbido cómplice desde alguna esquina. Para cuando los agentes llegaban, el hombre se había esfumado con su cubo, su colador y su báscula.
No me convertí en gran amante del pescado hasta que me fui a estudiar a Madrid. Supongo que la nostalgia del hogar, y la primera tapa de pescado frito, frío, renegrido y tieso, que me pusieron en un bar, me hizo apreciar el arte de freír el pescado en Málaga, y la añoranza del olor del mar, que buscaba en vano en cualquier corriente de brisa que se levantara en la calle, hizo el resto. Ahora soy una amante de todo tipo de pescado, y cuanto más sabor a mar y más espinas tenga, tanto mejor.
Mi sobrino Manu desarrolló la vocación de pescador ya desde sus primeras manifestaciones como persona. En su tercer cumpleaños pidió como regalo una pezcaña, que, a su entender, era como debían llamarse las cañas de pesca. Nadie de la familia tenía mucha idea de cómo pescar, pero su afición era y sigue siendo tan fuerte, que se ha convertido en un notable pescador autodidacta. Lo curioso es que no le gusta mucho comer pescado, pero sí capturarlo y limpiarlo. Manu acaba de cumplir 12 años. Este verano, en cuanto le dieron las vacaciones, me pidió que lo llevara al Mercado de Atarazanas. Se paraba en cualquier puesto donde hubiera especies como meros, rascacios o rubios, ante los que mostraba tal entusiasmo que yo, en mi papel de tita malcriadora, no pude evitar terminar con varios kilos de pescado de roca acorazado de pinchos y escamas que Manu no permitió que los pescaderos tocaran más que para meterlos en la bolsa. Al llegar a casa se puso manos a la obra en la faena de limpiar todo aquello, pero en seguida prefirió examinar vísceras malolientes en busca de pececillos y crustáceos a medio digerir que seguir limpiando, así que la tita, poco dispuesta a rascar escamas y pincharse con púas venenosas hasta altas horas de la tarde, optó por echar todo el pescado en una olla y preparar un plato que en Málaga que conoce como fideos a la parte y que, por desgracia, es muy raro encontrar en los restaurantes.
La receta de los fideos a la parte me la dio Paco Carrasco, dueño del bar El Marisquero, lugar de tapeo obligatorio para cualquiera que se acerque al Mercado Central (está justo detrás de la puerta norte). Criado en el barrio de pescadores de El Palo, es hijo y nieto de marengos, y me explicó que el plato era una comida de a bordo en los barcos pesqueros que hacían la ruta entre Levante y el Estrecho de Gibraltar. Sus primos pueden ser el arròs a banda de Valencia o el caldero murciano. Sólo se necesita un caldo de pescado muy sustancioso y un buen ali-oli casero para tocar el cielo con esta receta, como supongo que harían los grumetes a bordo de estos barcos.
Ingredientes:
500 gramos de fideos gruesos
Caldo de pescado de roca
2 ñoras
1 cabeza de ajos
2 tomates maduros
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Ali-oli (aceite de oliva y ajo batidos, con o sin huevo, hasta conseguir una emulsión espesa)
Como hemos dicho, la base de este plato es un buen caldo de pescado de roca, que se hace simplemente cociendo durante un rato cabezas, espinas o pescados enteros en una buena cantidad de agua. Yo prefiero no ponerle sal, para que el sabor se pueda concentrar cuanto se quiera sin que el caldo quede salado.
En una paella se pone una cantidad razonable (media taza para 6 personas) de aceite de oliva y se añade el ajo pelado y picado. Se deja que se dore un poco y se añaden los tomates troceados o triturados. Se sofríe durante cinco minutos y se añaden los fideos. Los dejamos que se tuesten y se impregnen del sabor del aceite durante unos minutos y los bañamos con algo más del doble de su volumen de caldo de pescado ya colado. Una parte del caldo la habremos reservado para remojar las ñoras y triturarlas antes de añadirlas al guiso. Dejamos al fuego unos diez minutos, hasta que el caldo se seque. Servimos acompañando el plato con ali-oli. El pescado, previamente limpio de espinas, se puede presentar aparte, pero yo prefiero usarlo para hacer croquetas o algún relleno.
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Como el arroz a banda alicantino que hase mi madre! Yo suelo tomarlo solo con el alioli, está pa chuparse los dedos, y estoy segura de que esta receta no va ser menos!! mmmmm....
ResponderEliminarEl otro día escribí el primer comentario en tu blog, y ¡¡¡zas!! se perdió todo.
ResponderEliminarNo lo copié, y ese fue mi error, porque había salido del tirón, como una botella de un refresco con gas, cuando le quitas el tapón después de haber removido.
Y por mucho que quise repetir lo mismo, fue imposible.
conforme iba leyendo lo que has escrito, me venían los recuerdos infantiles y no tan infantiles.
Mi primer recuerdo hacia los chanquetes, fue de adolescente, cuando vine a Málaga por primera vez.
Desde entonces, su consumo, siempre ha estado ligado a visitas de familia que venían de jaén, de amigos que nos visitaban o alguna reunión más especial.
Y un poco más tarde, alguna que otra vez en las pescaderías...
pero en poco tiempo llegó la prohición de su captura, y sólo los veo debajo de mostradores, ocultos a las inspecciones. Y no quiero ni saber que están ahí, poruqe me siguen gustando mucho, y mi responsabilidad y mi conciencia me impiden infringir las normas, y además protesto por su venta.
Mis recuerdos no son de mar, son más de montaña, de campo, de níscalos, de hinojos y collejas... Mis recuerdos son dulces, a natillas recién hechas, a hornazos y gusanillos...
me encanta tu blog y espero que lo disfruten tanto como lo haré yo, poruqe leerte ya es un placer que nos hace transportarnos unos años atrás, y recordar a la vez que recuperar, todos esos sabores, juntos.
El arroz con ali-oli es uno de los mejores inventos del mundo, proclamo...
ResponderEliminarHolaaa, vengo por recomendación de Mari Ángeles, tocaya mía.
ResponderEliminarAnda que no, ni fidegua ni arroz a la parte que me he comido a lo largo de mi vida y, los que me comeré morena. Soy malagueña hasta la médula e hija de pescador y, además, valenciano. Si me lo permites, hacer un inciso..., en el agua de cocer el pescado de roca,además de utilizarla para la coción del arroz tambien se cuece en ella una papa por comensal (pequeña, por supuesto) se emplata el arroz y aparte(e aquí el nombre del plato) en una fuente que se coloca en el centro de la mesa se pone todo el pescado limpio de espinas y demás deshechos con las papas, al lado de esta (aparte) va un cuenco o mortero con el alioli. Tambien decir que, este plato era en un principio sólo con arroz pero, cuentan que una vez el cocinero del barco se le olvidó comprar en un viaje el arroz y fue cuando nació el fideguá. Y anda que no está güeno ni ná emmm...
Que sepas que, me tienes de seguidora desde ya, me encanta el blog!!
Saluditos, Ángeles.
A mí me encantaban los chanquetitos fritos ¡A qué malagueño no lo gustan! Pero es cierto que ahora no es lo mismo. Lo que se encuentra es una especie pezqueñines insulsos que no tienen nada que ver con los de entonces. La última vez que comí "algo parecido" fue en Sevilla hace unos meses, acompañados ni más ni menos que de huevos fritos y jamón pasado por la sartén y lo rico del plato no eran precisamente los "chanquetes"...
ResponderEliminarNo sé si hace ya años Málaga podría emular a Catania, lo que si es cierto es que siendo un pueblo marengo tenemos una gran cantidad de platos con pescado que son una maravilla. Qué pena que la sobrrexplotación del Mediterráneo por nuestra costa nos esté dejando tan pobres de pescado.
Cuando has hablado de que a tu hermana le daba reticencia comerse los ojos de los chanquetes me ha venido a la memoria un recuerdo que tenía en el olvido: a mi madre le ha gustado siempre freir jureles pequeños y recuerdo que ella siempre se comía la cabeza frita. Me decía: "Si es lo más rico del jurel, está muy crujiente, Laura, pruébalo". Y yo estuve muuucho tiempo mirando a mi madre de soslayo cuando se comía las cabezas fritas de los jureles....Hasta que un día me dio por probarlas y...¡me encantaron! Desde ese momento me declaré fan. El tiempo pasa y, ya emancipada, con preocupación por las calorías y la bajada del colesterol, nunca hago pescado frito en casa. Así que disfruto de esas cabezas de antaño, y solo a veces, en las comidas de verano en casa de mis padres.
La historia de tu sobrino es entrañable, ¿puedo avisarle cuando necesite limpiar pescado?
En cuanto el fideos a la parte, es evidente que viene de herencia de la cocina de Levante. Nunca los he probado de esa manera, que veo bien sencilla y que ya ha quedado apuntada en mi libretilla. Te iba a preguntar sobre "la parte" pero Kesito ya ha respondido. ¡Qué rico es este mundo bloguero! Siempre nos saca de dudas.
Esperanza, muchas gracias de verdad por estos relatos, me están aflorando recuerdos olvidados que compartía con mi madre. Los voy a guardar como un tesoro para que no se vuelvan a esfumar.
Un beso grande y muchas gracias por pasearte por "mi cocina".
Me ha encantado ésta entrada, yo soy de las que disfruto yendo aunque sea a pasear al mercado central y a Huelin. Soy del Palo, de familia marenga, mi abuelo materno tenía una jábega La Mª del Carmen, que hoy por hoy está en el Museo Maritimo de Barcelona, lo cual me llena de orgullo, quizás por ello, el apartado de pescados y mariscos en "Mi cocina" sea de los más extensos en cuanto a receta.
ResponderEliminarLos fideos a banda es un clásico de los pescadores, y los hombres de mi familia, patrón de barco pesquero y marinero otro, lo preparan de maravilla.
Amo Málaga, adoro la mar, me ocurre como a Vd., necesito el olor a salitre, escuchar las olas romper en el rebalaje....y sus productos, nuestro riquisimos "pescaitos". Por supuesto añoro los chanquetes y nada mejor que una buena ensalailla de pimientos "asaos", una pipirrana o una lechuga malagueña....y ¿por qué no? Con un huevo frito al lado, eso sí, como su madre comiéndose con los dedos.
Un cordial saludo