jueves, 24 de octubre de 2013

Esperando a Bichito de Luz



Video de E. Martínez en este
enlace

Mi hermana María está embarazada. ¿No lo saben? Pues es raro, porque está tan contenta que aunque la barriguilla no se nota mucho todavía, Bichito de Luz (aún no tiene sexo, pero sí alias) es ya uno más de la familia, y si no fuera porque viene incorporado con su mamá, le reservaríamos un sitio en la mesa y le pondríamos cubierto y su correspondiente ración de la incomparable tortilla de patatas con berenjenas de la abuela.

De Bichito de Luz sólo sabemos que tiene todas las papeletas para ser un niño desenfadado y feliz. O una niña. Puede que sea una niña, en realidad aún no sabemos qué será, pero si se parece a su madre, se puede decir desde ya que la coquetería no será una de sus características. Bichito de Luz nos habla a todos desde la barriga, con una voz chillona que pone su mami para decir: ¡Tita Espe, tita Espe, te he echado de menos! ¡Vamos al parque, Tita! ¡No comas más, Tita, que te vas a poner como una zambomba! (La tita ha dejado de fumar y no, no puede comer más porque no va a haber talla en este mundo para ella).
 

María es la cuarta de los cinco hermanos que somos. Siempre le ha tocado volar detrás de los mayores y lo ha hecho con el admirable talento de mantener la capacidad de hacer el payaso y seguir siendo una niña incorregible a los treinta y pico, a la que mi madre aún le elige la ropa (ella no piensa en esas cosas) y a la que sólo un comentario ingenuo y cruel de su linda tocaya, mi sobrina María Chica, convenció de la necesidad de usar de vez en cuando una crema hidratante para frenar el avance de las incipientes patitas de gallo.

Entre esas anécdotas familiares que quedan grabadas y se cuentan una y otra vez, está una en la que mi hermana María, con unos cuatro años, fue comisionada por mis padres para repartir el contenido  del paquete de chicles de fresa que habían comprado en la gasolinera durante un desplazamiento familiar. María llegó al coche, se hizo un ovillo en el suelo de la parte trasera, empezó a pelar chicles hecha un nervio y se los metió todos en la boca. No sé si recuerdan
los chicles Bang-Bang de fresa, pero uno solo bastaba para que una enana de cuatro años no pudiera cerrar la boca al masticar. María, enroscada en el hueco entre el respaldo del sillón delantero y el pie del trasero, nos miraba con los dos carrillos hinchados por el chicle en un gesto de pequeño monstruo egoísta con babas. Un caso de posesión diabólica, sin duda. Los tres hermanos mayores, Miguel, Cristi y yo, chillábamos y exigíamos a mis padres que llamaran a Herodes o a un exorcista. Que no llegó, afortunadamente, porque no era para tanto, salvo por lo que tenía de suceso inexplicable, porque María, por lo general, era una niña de esas que no dan un ruido.


Bueno, no daba un ruido es un decir, porque a María de pequeña le encantaba cantar, y tenía más repertorio que una orquestina de feria. Mi hermana María es de esas que se saben hasta la cuarta estrofa de cualquier canción. Como íbamos a un colegio religioso, nos freía con el último elepé de José Luis Perales, con villancicos o con canciones de misa setenteras (me pregunto si se habrán inventado nuevas canciones de misa, y con qué músicas. Nuestra época fue de Simon y Garfunkel, María Ostiz y cosas así).

El caso es que a María no le importa que recordemos la anécdota de sus conciertos a grito pelado desde la taza del váter, pero le molesta muchísimo que recordemos lo de los chicles.

Les voy a explicar por qué recordamos lo de los chicles. Como periodista, me he tragado desde el primer día de clase esa máxima de que la noticia no es nunca 'perro muerde a hombre', sino al revés. Y aquel gesto de María con los chicles es un caso de libro de 'hombre-muerde-a-perro'.

María empezó a nadar con cinco años y (esto tengo que decirlo, perdonen la inmodestia) ha sido una grande de la natación. Cuando se retiró, más de doscientas personas llegaron de todos los rincones de España y de sus más de 20 años de carrera deportiva para nadar un relevo de despedida en su honor. María no sólo ha competido en cinco juegos olímpicos. Ha sido la primera nadadora española campeona de Europa y nos ha hecho perder la cuenta de sus medallas y récords en campeonatos de España. Tiene anécdotas más bonitas que esa, como que su compañera Duane da Rocha le regalara la medalla de oro ganada en la prueba con la que María debería haber cerrado en su carrera, o que otra compañera italiana, Ilaria Tocchini, se retirara de la final de un mundial para darle la oportunidad a María, clasificada justo detrás de ella, de nadarla.

La mamá de Bichito de Luz genera esas cosas. En casa y en la cocina hemos podido disfrutarla poco, porque con 12 años se trasladó a un centro de alto rendimiento para nadadores junior que, por fortuna, estaba en Málaga, a cinco minutos de casa. Pero las normas y los horarios de entrenamiento le impedían venir a dormir a diario, así que vivía en la residencia y aprovechaba los días de descanso para acercarse a casa.

Había otros compañeros que no tenían la suerte de tener a la familia tan próxima, pero María estaba equipada con un radar que detectaba la necesidad de mimos, así que decidió que en casa adoptáramos a un montón de nadadores y nadadoras adolescentes de todos los puntos de España, y cuando venían a merendar a casa el día que no entrenaban por la tarde, nos pedía que les hiciéramos algo que les gustara. Las crêpes eran el 'top 10'. Con mermelada casera de mi padre, con chocolate derretido, con azúcar o con miel, a los nadadores les encantaban, pero ¿Ustedes saben el hambre que maneja un nadador de 14 años? Las torres de crêpes llegaban al techo de la cocina, y si la primera se pegaba o salía imperfecta (algo que suele ocurrir con las crêpes, hasta que se le da el punto de grosor a la masa y de grasa a la sartén), las cincuenta últimas ya nos salían de campeonato del mundo.

Mi madre producía kilolitros de batido de frutas o de chocolate, más bizcochos que un obrador industrial, toneladas de menestra de guisantes, macarrones y tortilla de patatas, y lavaba más ropa que la lavandería de un resort, porque la mamá de Bichito de Luz no podía permitir que ningún compañero anduviera por ahí sin los cuidos de una madre y el ruido de una familia numerosa. Al cabo de los años he coincidido en algún campeonato con señoras y señores, a veces con hijos de la mano, que me han saludado con cariño y me han preguntado por la receta de las crêpes o si mi madre sigue haciendo tan buena la menestra de guisantes. Son amigos de María de la etapa de la residencia. 


No me cabe la menor duda de que Bichito de Luz será una criatura feliz y desahogada, amiga de sus amigos, que aprenderá sin dificultad a meterse patatas fritas en los agujeros de la nariz, a soplar el colacao con una pajita haciendo burbujas hasta que no quede una gota en el vaso, a beber agua al revés y a enseñar la comida de la boca para las fotografías. Al menos si se parece a su madre, aunque francamente no creo que su papá le deje mejores influencias...

Dadas las restricciones que tienen en su dieta las embarazadas y que es políticamente incorrecto dar alcohol a los niños, especialmente a los nonatos, no sé si debería dedicarle a Bichito de Luz esta receta de bienvenida, pero la especialidad de mi hermana María es el tiramisú, y siempre andamos las dos picadas a ver quién lo hace más bueno...




Tiramisú (para María, Arturo y Bichito)

Ingredientes:

Sabayón de vino dulce: 5 yemas de huevo, 60 gr. de azúcar, 12 cl. de vino Moscatel, 6 cl. de oloroso seco. 


Crema de mascarpone y montaje: 4 claras de huevo montadas, 4 cucharadas de azúcar, 450 gr. de queso Mascarpone, 300 cl de café recién hecho, 1 cucharada sopera de azúcar y 50 cl de Amaretto, 180 gr de bizcochos de soletilla, cacao puro amargo en polvo.

Preparación:

Primero el sabayón. Si tenemos Thermomix, perfecto. Si no, es un poco laborioso, pero merece la pena. Hay que poner un baño maría con un bol amplio encima, que nos permita batir con varillas y montar una crema. Empezaremos batiendo, fuera del fuego, las cinco yemas de huevo con 60 gr (aproximadamente dos cucharadas soperas) de azúcar, hasta lograr una crema blanquecina. Mientras habremos puesto el agua a calentar para el baño María. Juntamos los dos tipos de vino en una jarrita y ya con el bol sobre el fuego, iremos batiendo y añadiendo el vino poco a poco, hasta incorporarlo todo y obtener una espuma densa que cubra bien una cuchara o espátula cuando la metamos dentro (son unos 15 minutos, puedes ponerte tu música favorita y cantar desafinando). Si haces la operación en la thermomix, pon la mariposa en las cuchillas, mete dentro los ingredientes, programa 10 minutos a 70 grados, velocidad 3 y listo. Al terminar deja que siga batiendo un par de minutos sin temperatura para que no se pegue a las paredes).

Mientras se enfría el sabayón, montaremos cuatro de nuestras cinco claras a punto de nieve, añadiéndoles una cucharada de azúcar por huevo, hasta obtener un merengue, que mezclaremos con el queso previamente removido para ablandarlo, y con el sabayón. Hay que mezclar muy delicadamente, moviendo la espátula de abajo arriba en el bol para que la espuma no pierda aire.

Ahora pondremos la cafetera y haremos un café delicioso. Lo mezclaremos con una cucharada sopera de azúcar y ya tenemos nuestro líquido para emborrachar.

Montaje:

A mí me gusta montar el tiramisú en un recipiente de cristal hondo y circular, para que se admiren las capas. Pero se puede montar en el cacharro que tengamos a mano. Ponemos en el fondo una capa de bizcochos de soletilla y regamos generosamente con la mezcla de café. Cubrimos de crema de Mascarpone y espolvoreamos con cacao en polvo tamizado a través de un colador (así se controla mejor la cantidad). Ponemos más bizcocho y hacemos una nueva capa. Calculamos de forma que los ingredientes nos den para acabar con una capa de crema de Mascarpone, que cubriremos con más cacao espolvoreado. Como mejor está es comido entre grandes risotadas que pueden estar provocadas por cualquier tontería, excepto contar la anécdota de los chistes por enésima vez, porque Bichito de Luz se malea.

7 comentarios:

  1. Preciosa introducción, para un exquisito postre. Debo daros la enhorabuena a toda la familia, en especial a tu hermana, de la que por cierto conocía su trayectoria deportiva.
    Ella era un referente para la anterior pareja de mi hijo...quien desde pequeña hacía natación en el Club Mediterráneo....
    Un fuerte abrazo.

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    1. El mundo es muy pequeño, compañera, y es fácil coincidir más allá de las cacerolas :-)

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  2. Corazón, corazón, corazón, corazón a tita Espe. Bichitodeluz se remueve de contento y de hambre de tiramisú!

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  3. Precioso como todo lo que escribes, que fácil es trasladarse a esos momentos especiales de tu familia, cuantas anécdotas bonitas y sobre todo cuanto cariño.
    Tu hermana,por todo lo que cuentas, una gran persona y una gran profesional que dará una vida maravillosa a ese bichito de luz.

    Felicidades por el relato, por la receta (que me encanta) y por ese nuevo miembro de la familia.

    Un besazo

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    1. Gracias, Gemma :-)

      Espero que nos veamos pronto!

      Un abrazo fuerte!

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  4. Precioso Espe!! Hasta hoy no he tenido tiempo de leerlo...pero más vale tarde...!!
    Un beso muy fuerte..

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